Entre los cientos de formas que hay para dividir a la humanidad en tipos, hay una característica que a mi juicio puede servir perfectamente para definir a las personas en dos clases: los que hablan del tiempo como algo habitual y los que no.
Son el tipo de persona cuya PRIMERA PREGUNTA después de irte de vacaciones un mes a, pongamos, La India, es “¿Qué tal tiempo habéis tenido”?. Los que si estás a 500 km de distancia y hablan contigo por teléfono la primera pregunta que te hacen es “si hace frío” antes de preguntarte que qué tal estás. Los que la primera pregunta que te hacen el día después de tu boda es “si llovió”. Los que al llegar al trabajo después de una noche de perros lo primero que hacen es contarte con pelos y señales los problemas que han tenido en el metro o el atasco que han sufrido, a causa del tiempo. Es ESA clase de persona que se frota las manos cuando llega una ola de frío polar, y los que se despiden de ti hasta el día siguiente con la advertencia de que “mañana hay que abrigarse”.
A las personas cuyo primer tema de conversación es el tiempo les encanta hablar de las ventajas y desventajas de la calefacción central frente a la individual. Si llueve, lo primero que te dirán al mirar por la ventana es “Cómo cae”, seguido de “esto es bueno para el campo y/o para los embalses”. A este tipo de personas les suelen interesar mucho también los temas de hipotecas, obras, cambio de hora, y el tráfico, y no es raro mantener con ellos una conversación que comienza con el mal tiempo que hace, lo mucho que han tardado en llegar al trabajo por la lluvia y las obras, y terminar conversando acerca de la bajada del Euríbor. Si sospecha que tiene cerca de alguna de estas personas, aléjese de ellas. Si es ya es demasiado tarde, al menos abríguese, por si las moscas.
